Hemos estado un poco «desaparecidos» en los últimos días, pero eso pasa cuando toca enfrentar varios cambios y transiciones en la vida. Son solo etapas de este caminar gracias a las que aprendemos y mejoramos como individuos.
Pero ya estamos de regreso y hoy, en conmemoración de nuestro día especial, no vamos a hablar sobre cómo nació esta celebración, sino queremos comentarles que hemos disfrutado de todos los comentarios, memes y saludos en alusión a la fecha publicados en las redes sociales. Desde cuentos de hadas traductoras hasta serias expresiones de frustración de colegas que anhelan más reconocimiento de nuestra profesión y que consideraron que este era el día ideal para levantar su voz. Aunque con frecuencia estamos en contacto con nuestros colegas, ya sea quienes colaboran directamente con nosotros o los que pertenecen al Equipo Kingdom, colegas de las asociaciones a las que pertenecemos, los traductores de nuestra ciudad y otros sectores del país, nuestros colegas cristianos dueños de otras empresas de traducción, los miembros del equipo de traductores e intérpretes de nuestra iglesia, etc., etc., etc., este fue un día para dar gracias a Dios por cada uno y les enviamos un mensaje de ánimo y felicitación por su labor. El trabajo de un traductor no es fácil. Implica mucha responsabilidad y conocimiento de áreas que a veces nada tienen que ver con los idiomas. Muchos sienten el peso de su trabajo y se dejan afectar por él. Otros han aprendido a lidiar con él y otros (como nosotros) lo disfrutamos en medio de todo. Para todo traductor hay días buenos y también días de esos que uno quiere que se acaben pronto. La mayoría de traductores se esfuerzan más allá de sus fuerzas por hacer un trabajo intachable, lo que puede implicar dejar de lado otras áreas importantes de la vida. A pesar de todo, quienes aman esta labor se destacan por la excelencia con la que la desarrollan, en todo aspecto.
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Las contracciones se intensificaron y se hicieron muy dolorosas en el sexto mes de embarazo. La placenta se había desprendido en un 45% y la orden del médico era estricta: no levantarse excepto para ir al baño y hacerlo lentamente y con cuidado.
Ya que mi pasatiempo favorito es leer y en vista de que no se me permitía hacer nada más que estar acostada, pensé que me había llegado la oportunidad perfecta para leer un libro sobre alabanza y adoración, que es otra de mis pasiones. Este libro llevaba varios años en mi lista de lectura. Le pedí a Franco que lo comprara para mí y comencé a leer su versión en español. Yo suelo ser «come-libros»; cuando empiezo uno que me cautiva, no puedo parar. En cuanto al libro en mis manos, mis expectativas eran altas. Pensé que sería profundo y enriquecedor. Me preparé para «tocar el cielo» mientras lo leía. No obstante, al adentrarme en sus páginas, una pequeña gota de decepción se formó como la minúscula gota de lluvia que lleva el viento frío anunciando una tormenta. Mi esperanza de que mejorara más adelante era tal que me motivó a continuar. Pero a medida que avanzaba, las nubes de decepción se hacían más negras. En mi interior se formó una tormenta de indignación que acabó con mi serenidad. Me sentí engañada. Quería gritar. Quería reclamar. Me sentí impotente. Pero ¿por qué?, me pregunta usted. Porque este libro había sido víctima inocente de una mala traducción, que en lugar de irradiar vida solo lo hacía ver como una hoja seca desprendida de su rama por el viento de otoño. —Le robaron su alma, su vida, el sentido mismo por el cual existe —le dije a Franco, con una tristeza que inundaba mi ser como si yo misma hubiera sido la víctima. Era noviembre de 2006, el año en el que nuestra vida dio un giro totalmente inesperado que hizo que la promesa de Romanos 8:28 fuera una realidad tangible para nosotros.
Me encontraba en cama por tercera vez en los últimos cuatro meses, con orden médica de reposo absoluto, porque estando apenas en el cuarto mes de embarazo ya se lo consideraba uno de alto riesgo por las múltiples amenazas de aborto que había tenido. El médico exigió cuidados extremos y la toma de una decisión: —Su trabajo o su bebé —dijo, sin titubear. Obligada a renunciar a mi vida que carecía de un botón de pausa, a mi trabajo de 10 horas diarias como maestra de español e inglés en un distinguido instituto de idiomas de mi ciudad y también al ministerio en el que colaboraba como voluntaria, me vi sentada en mi cama, un tanto confundida. Por mi mente pasaban todos los momentos en los que, junto a mi esposo, habíamos trabajado de manera tan intensa, sin descanso, en la obra de Dios. Soñábamos con tener un ministerio de alabanza exitoso, con ser líderes respetados y conocidos por nuestro talento, que otros ministerios nos invitaran a compartir, enseñar y dar conciertos de alabanza. En una escala del uno al diez, casi estábamos en el número seis en el camino a esos sueños. ¡Supongo que ya podíamos considerarnos exitosos! Como parte del paquete de ese «éxito ministerial» pensamos que vendría una linda casa, un buen auto, viajes alrededor del mundo, salud, buenas amistades y bastante dinero para proveer una educación de calidad para nuestros hijos. Deseábamos ser «alguien» en la vida y que fuéramos admirados por ello. Suena a una vida ideal, ¿no es así? Nuestro hijo mayor, Nicolás, que entonces tenía tres años, descansaba a mi lado. Estaba acostado con su mano sobre mi vientre ligeramente abultado, repitiendo de memoria todo el diálogo de la película Cars. Yo no podía dejar de admirarme de su capacidad de retención. ¡Se lo aprendió todo! Mi esposo, Franco, estaba en uno de sus viajes que eran parte de su trabajo como presidente de una misión cristiana en la que participó como cofundador. Él amaba su trabajo, aunque le incomodaban las circunstancias de aquel momento en la misión. Pero ya que yo me encontraba en una situación delicada y requería mucho cuidado, él se vio forzado a dejar «temporalmente» su ministerio para poder cuidar de mí y de nuestra familia. Así que este sería uno de sus últimos viajes. De pronto, como si mis ojos hubieran salido de mí para voltearse a mirarme, me vi ahí, en una condición que se consideraba «normal» porque seguía los patrones de vida que se supone debemos seguir: nacer, crecer, reproducirse. Pero también me vi en un estado de pasividad que me asustó… y no me gustó lo que vi. Hace casi nueve años comenzamos a trabajar en el campo de la traducción y edición a tiempo completo, aunque nuestra experiencia se remonta a varios años antes.
Cuando comenzamos esta empresa (que la consideramos más un ministerio de difusión de la Palabra de Dios) oramos por la oportunidad de poder colaborar con la industria editorial cristiana de habla hispana y nos planteamos como meta no permitir que el mensaje de un libro se perdiera en la traducción. En el transcurso de los años hemos visto estos sueños hacerse realidad. Hemos llegado a las principales editoriales cristianas y nuestros proyectos se destacan por ser fieles. Pero para no perder nuestra meta, cada vez que recibimos un encargo de traducción primeramente oramos y pedimos a Papá que nos llene con la misma inspiración, luz, mensaje, espíritu con el que llenó al autor mientras escribía su obra. Nuestro deseo es que cada proyecto llegue al lector de una manera transformadora. Que quien lee cada obra no se sienta incómodo con el fantasma del traductor sobresaliendo en partes del texto; al contrario, que pueda sumergirse y ser atrapado por una lectura conmovedora, que transforme su vida. En nuestro caso en particular, la experiencia de traducir libros cristianos ha sido casi fuera de este mundo. Es motivador ver que Dios usa nuestro trabajo para cambiar nuestra vida. En algunas ocasiones incluso hemos sentido que un proyecto ha sido palabra rhema para nosotros. Innumerables veces las lágrimas fluyen a medida que trabajamos en un libro; sentimos que nuestro Dios acaba de hablarnos y transformarnos. Es como si nosotros estuviéramos en un salón de clases y Dios sabe exactamente qué texto es el que debe darnos a continuación para que sigamos avanzando. Para nosotros esta experiencia ha sido tan hermosa, tan enriquecedora, que hoy queremos compartirla con usted a través de este medio. Este será un blog en el que escribiremos la manera en la que nuestros proyectos se convierten en experiencias que trascienden simples técnicas o procesos lingüísticos. Cada obra es más que un trabajo; es una relación, una vida transformada, una bendición. Cada encargo es una vivencia que sobrepasa el límite de las palabras. Además compartiremos con usted experiencias de nuestra vida relacionadas con nuestro caminar cristiano luego de haber sido impactados por las obras en las que hemos trabajado. Y no pueden faltar temas sobre el maravilloso arte de la traducción. Esperamos que este blog sea de inspiración para usted y para todos aquellos que simplemente deseen ver cómo Dios obra en la vida de personas comunes para darles una vida abundante y totalmente fuera de lo común si tan solo están dispuestas a darle la gloria a Él. Le invitamos a que nos acompañe en esta emocionante trayectoria que va más allá de las palabras. Bendiciones. Franco y Elena |
Franco y ElenaTraductores y editores de literatura cristiana. Autodidactas. Padres de un adolescente y dos niñas. El pasatiempo favorito de Franco es cocinar; el de Elena es leer. El mayor anhelo de sus vidas es el de agradar y honrar a Dios en todo lo que hacen. Su visión: gozar en la eternidad con Cristo. Archives
September 2023
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