Grupo Scribere como tal nació hace casi diez años, aunque la experiencia individual de cada miembro del equipo se remonta a más de 20 años de trabajo y capacitación. En el transcurso de este tiempo hemos tenido la oportunidad de trabajar para diversos tipos de clientes, desde aquellos que no tienen la menor idea de lo que es traducir, hasta aquellos que cuentan con maestrías en traducción. Cada caso ha tenido sus particularidades. Los que desconocen por completo nuestro oficio son los que piensan que traducir es «soplar y hacer botellas». El típico cliente que llama el viernes a las ocho de la noche, y dice: «Son 150 páginas de una tesis sobre física cuántica. ¡¡Las necesito para el lunes a primera hora!!» O: «Es una conferencia sobre los últimos avances tecnológicos en la industria petrolera, mañana de 8am a 8pm. ¡Como usted ya sabe inglés, le será facilito!» Aunque parezca imposible, estos ejemplos son de la vida real. Nosotros recibimos este tipo de llamadas con frecuencia. De hecho, el ejemplo de la conferencia ocurrió tan solo el pasado diciembre. Por lo general, quienes no conocen la profesión piensan que ser traductor o intérprete automáticamente califica al individuo de «superdotado» y creen que estará capacitado para asumir de inmediato cualquier encargo que se le presente. Pero claro, ¡no tienen idea! Aquellos con un conocimiento mediano de lo que es el oficio son los que de inicio envían el documento para un breve análisis y dan alguna indicación sobre los pormenores del proyecto. Además hacen preguntas sobre el tiempo que tomará la producción del texto en el idioma meta, cuál será el formato de entrega y rara vez quieren saber cuál es la experiencia del traductor. Tanto en el primer grupo como en el segundo, la interrogante sobre nuestras tarifas parece ser la más importante. Cuando contestamos, algunos respetuosamente aceptan haciendo conciencia de que no han acudido al estudiante o al aficionado, sino al profesional, y que como tal merece el respeto a su profesión en lo concerniente a sus honorarios. Pero también hay quienes imponen sus propias tarifas; las que creen que «merece» el traductor. Esto es comprensible, pues la mayoría de estos clientes no están familiarizados con la industria a nivel profesional sino que han sido expuestos al intrusismo practicado por estudiantes, aficionados o incluso los tantos voluntarios que simplemente lo hacen como una manera de servir (a Dios o a los demás) y a quienes cualquier retribución económica por la actividad les resultará gratificante. Para nosotros cada caso representa una oportunidad para dar a conocer la realidad del mundo del traductor profesional y ha sido satisfactorio ser parte de la educación al cliente. Una vez que ellos conocen más a fondo nuestro trabajo, lo admiran y le dan el crédito que se merece. Y entonces trabajar con estos clientes se convierte en un deleite. Por otro lado están aquellos clientes que son expertos en la materia. En primer lugar ellos mismos son profesionales de la traducción, interpretación y edición que cuentan con estudios de nivel superior en estas ramas. Son quienes conocen todos los pormenores y las noticias más recientes de la industria, se mantienen a la vanguardia en sus avances tecnológicos, dominan las flamantes actualizaciones de la lengua, las normas de calidad y los estándares que rigen la industria. Conocen el valor de pertenecer a las asociaciones internacionales de los profesionales del oficio. Son quienes tienen marcadas en sus calendarios las fechas de las próximas capacitaciones y eventos y siempre están buscando más oportunidades de formación. Sus pruebas de traducción no se limitan a un pequeño texto de 300 palabras sino que son minuciosas y abarcan muchos aspectos. Ellos saben cómo preparar las Normas de estilo para sus proyectos y proporcionan instrucciones claras para cada encargo. Estos clientes no preguntan sobre tarifas porque ya están al día con la tabla de honorarios de la industria y trabajan con base en ella. Tampoco piden descuentos por repeticiones porque saben que en la práctica cada palabra importa y que, aunque se repita mil veces, requerirá ser atendida y traducida según su contexto particular. Y lo mejor de ellos es que, al ser profesionales, cuentan con el conocimiento y la autoridad necesaria para exigir de nosotros nada menos que lo mejor, que cumplamos con los estándares de calidad, tanto del oficio como de la industria y de las editoriales que dirigen, y que alcancemos (¡o superemos!) sus expectativas. Sin duda este último grupo de clientes es nuestro predilecto, principalmente porque al trabajar con profesionales que exigen lo óptimo de nosotros hemos aprendido a ser exigentes con nosotros mismos y a hacer de la excelencia un estado mental. Lo interesante en todo esto es que esta moneda tiene dos caras. Si bien nosotros como traductores aprendemos mucho de nuestro trabajo con clientes profesionales, los clientes que no conocen nada de la industria y los que conocen en parte sin duda se benefician de todo lo que aprendemos de los expertos; pues la calidad de nuestro trabajo no depende del grado de profesionalismo del cliente, sino que aplicamos los estándares de calidad exigidos por los profesionales a todos nuestros encargos. Pero al final, lo que más hemos aprendido en estos últimos años es que no se trata de lo que nosotros podemos obtener de nuestros clientes, sino lo que podemos ofrecerles. Nosotros optamos por brindar profesionalismo, excelencia, integridad, alta calidad. Y si uno de nuestros clientes profesionales nos escribe diciendo: «Estoy trabajando en la edición final del proyecto, y es un placer y una bendición leer el material fruto del trabajo de ustedes»*, creemos que lo estamos logrando. La Biblia dice: Cuando hagan cualquier trabajo, háganlo de todo corazón, como si estuvieran trabajando para Dios y no para los seres humanos. —Colosenses 3:23 (PDT) ¡Este es nuestro mayor estándar de calidad! Ahora, dígame usted, ¿al final, quién gana? *Comentario recibido el lunes 25 de enero de 2016 de parte de uno de nuestros clientes profesionales, la editora en jefe de un importante proyecto en el campo teológico. Usted acaba de leer La diferencia de trabajar con clientes profesionales. Le invitamos a dejar su comentario. Gracias.
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Franco y ElenaTraductores y editores de literatura cristiana. Autodidactas. Padres de un adolescente y dos niñas. El pasatiempo favorito de Franco es cocinar; el de Elena es leer. El mayor anhelo de sus vidas es el de agradar y honrar a Dios en todo lo que hacen. Su visión: gozar en la eternidad con Cristo. Archives
September 2023
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